Hace un año, en Agosto de 2011, habíamos estado en Dubrovnik como cruceristas y tuvimos muy claro que queríamos volver con más tiempo y calma.
En aquella visita fugaz recuerdo haberle dicho a Falbalá: quiero cenar en estas terrazas.
Y, afortunadamente, un año más tarde allí estábamos.
La comida no era importante, el entorno pesaba mucho más en la decisión que el menú de la carta.
Afortunadamente la relación calidad/precio fue buena y las dos cenas resultaron magníficas.
Taverna Arsenal.-
Más elegante y caro que Lokanda Peskarija.
Mucho más tranquilo y con una carta más elaborada.
Pedimos Riblja plata Peskarija, que viene siendo una parrillada de pescado: lubina, pez espada, mejillones, langostinos, cigalas, chipirones, mejillones y como guarnición una curiosa mezcla de acelgas, patata cocida y bastante ajo.
Precio: 350 Kunas (45-47 Euros)
De aperitivo nos pusieron un paté de pescado.
Tomamos una botella de vino Ragusa, nada del otro mundo, por 120 Kunas (16 Euros).
Y de postre una Torta de chocolate: 21 Kunas (2,8 Euros).
El servicio o cubierto fueron 15 Kunas/persona (2 Euros).
En total 521 Kunas (70,5 Euros).
Repetiré: me encantaría. A este mismo menú en otro sitio le daría una valoración más baja. El precio de la comida es un poco elevado si no tenemos en cuenta el entorno, la terraza y las vistas que hacen que merezca la pena pagar ese extra.
Konoba Lokanda Perskarija.-
Éste es el restaurante de "batalla".
Carta más sencilla, entorno del restaurante más ruidoso y con menos glamour, aunque también tiene unas estupendas vistas sobre el puerto. Pero la relación calidad/precio es mejor que en el anterior.
De primero un poco de Riblja pasteta lok o paté de pescado (30 kunas-4 Euros). Original la forma de presentarlo. Me lo apunto.
Demasiada comida para dos personas!!
Con una botella de agua (22 Kunas) hacen en total 212 Kunas (28,5 Euros).
Repetiré: ¡ojalá! Me encantaría poder volver a cenar aquí. A diferencia del primer restaurante, este menú probablemente sí que lo valoraría igual en otro lugar sin el encanto de Dubrovnik.
Y de postre... un helado
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